Gales y el adiós a la generación dorada
"Seguiré mientras pueda y me quieran". Gareth Bale, lacónico y algo enigmático, no fue capaz de cerrar de un portazo el ciclo más exitoso de Gales, que con la caída ante Inglaterra (0-3) mostró el canto del cisne de una generación exprimida que probablemente se despidió en el Mundial de Qatar.
Parece que ha pasado todo un mundo desde que Gales asombró en la Eurocopa de Francia 2016, donde tocó techo con unas semifinales históricas. Sólo la campeona, Portugal, se interpuso en su camino. Fue la única capaz de frenar a un equipo que fue capaz de pasar por encima de selecciones como Eslovaquia, Rusia, Irlanda del Norte y Bélgica.
Seis años después de aquella gesta, la base de aquella generación seguía con vida antes del inicio del Mundial de Qatar. Pero quedaban pocos. De los 26 convocados por el técnico Rob Page, sólo siete sobrevivían a la plantilla de la Eurocopa de 2016: Danny Ward, Ben Davies, Chris Gunter, Joe Allen, Aaron Ramsey, Wayne Hennessey y Gareth Bale.
Casi todos acudieron a la llamada de la Copa del Mundo en situaciones más adversas que en 2016. Para empezar, muchos dieron un paso atrás en competitividad. Ramsey jugaba en el Arsenal, ahora lo hace en el Niza; Allen, pasó del Liverpool al Swansea; Bale, cambió el Real Madrid por Los Ángeles FC; Hennessey, era el portero del Crystal Palace y ahora juega en el Nottingham Forest.
Mientras, Gunter juega en el Wimbledon, de la League Two inglesa (cuarta división). Sólo Ben Davies, que se mantiene en el Tottenham, y Danny Ward, que ha pasado del Huddersfield al Leicester, han conseguido mejorar su estatus.
En los tres partidos que ha disputado Gales este Mundial, Hennessey, Bale, Ramsey y Davies han sido indiscutibles. Allen, el faro en tiempos pasados, sólo apareció en el once el último día. Y es que, la edad también pasa factura. En la Eurocopa de 2016, la media de los siete era de 25,5 años. En Catar, se elevó hasta casi los 32.
El ocaso de la generación dorada de Gales es un hecho. Toca renovarse. Alargar la agonía, puede ser contraproducente. Los 'dinosaurios' del pasado, deben dejar paso a nuevas caras que empiecen desde cero. La imagen de Bale, sustituido al descanso por problemas musculares (una vez más), golpeando una cámara tras el final del partido ante Inglaterra, es la imagen de la desesperación.
Sin embargo, Bale tiene razón en una cosa: su legado es enorme y debe ser reconocido. "Tenemos que pensar en lo lejos que hemos llegado en un equipo que llevaba mucho sin clasificarse. No hemos cumplido nuestras expectativas, pero sacamos mucha experiencia de esto. Tendríamos que pellizcarnos para darnos cuenta de que hemos estado en una Copa del Mundo, tenemos que darnos cuenta de eso y estar orgullosos. Saldremos del vestuario con la cabeza alta. No podemos arrepentirnos de nada".
A Bale no le falta razón. Aunque el paso de Gales por el Mundial haya sido una decepción, el mérito de haber llegado hasta Catar es enorme. La última vez que Gales jugó un Mundial fue en Suecia 1958 y sólo el Brasil de Pelé fue capaz de frenarle. Más de seis décadas después, Gales consiguió apuntarse a una fase final de la competición más importante que puede haber en el fútbol.
Ese mérito es irrebatible. Es uno más entre muchos otros. Bale y su generación ha liderado a la mejor Gales de toda su historia. Durante siete años, han puesto el nombre de su país en la elite. Pero el tiempo no pasa en balde. La gallina de los huevos de oro parece agotada y la generación dorada dio sus últimos coletazos en un Mundial que despidió a un grupo irrepetible.