Los argentinos no esperan al final del encuentro para celebrar en la calle
Buenos Aires, 18 dic (EFE).- Las calles de Buenos Aires, en las que ya había gente desde primera hora de este domingo, se llenaron de personas gritando y haciendo sonar las bocinas de su autos en el descanso de la final del Mundial entre Argentina y Francia.
Buenos Aires, 18 dic (EFE).- Las calles de Buenos Aires, en las que ya había gente desde primera hora de este domingo, se llenaron de personas gritando y haciendo sonar las bocinas de su autos en el descanso de la final del Mundial entre Argentina y Francia.
El triunfo parcial de la Albiceleste (2-0) en el intermedio del encuentro, gracias a los tantos de Lionel Messi, de penalti, y de Ángel di María, hizo que la alegría se desbordase antes de la conclusión del encuentro.
La avenida 9 de Julio, la más ancha del mundo, donde se encuentra el Obelisco, punto habitual de reunión en las celebraciones durante el Mundial de Qatar 2022, se llenó de gente ataviada con camisetas y banderas cantando y haciendo sonar sus vuvuzelas y las bocinas de los coches.
Los aficionados vivieron los goles de sus astros en la calle, con sus teléfonos móviles, o en los bares que están conectados con los canales que transmiten el partido en vivo.
Muchos de ellos, que no lograron entrar en los establecimientos, miraban el partido más allá del cristal disfrutando del ambiente colectivo.
Desde primera hora de la mañana miles de personas caminaron por el microcentro de Buenos Aires hacia el Obelisco, donde los fanáticos -incluidas familias enteras- se reunieron a cantar desde temprano acompañados por una bandera gigante.
Algunos de ellos, con evidentes señales de no haber dormido y de haber tomado alcohol desde temprano, seguramente continuaban la fiesta desde la jornada previa, cuando se organizaron 'banderazos' en varios puntos de la capital.
No importa hacia dónde se mire, en todos lados hay gente con una camiseta con el número 10 de Lionel Messi. También con gorros o con las caras pintadas.
Los supermercados cerraron a las 11.00 horas (14.00 GMT), una antes del comienzo del partido, y el transporte público de la capital mantiene líneas cortadas o desviadas de su trayectoria habitual.
Mientras, en Rosario, la ciudad natal de Messi, en el club El Campito, donde está el terreno en el que dio sus primeras patadas al balón, sus amigos de toda la vida ven solos el partido, por cábala.
Previamente, montaron una pequeña murga, ante el asombro de turistas en la calle donde está la casa donde se crió, sus vecinos al ritmo de música, cláxones de autos, uñas pintadas de celeste en medio de un ambiente festivo, pero tranquilo.
Lejos de estos lugares, muchas personas optaron por reunirse en domicilios con asado de por medio para alentar a un equipo que avanzó a la final luego de golear por 3-0 a Croacia en las semifinales con una destacada actuación de Messi y del joven Julián Álvarez.
Y a más de 13.000 kilómetros, los argentinos llenaron las calles de una Doha que se convirtió en una marea celeste y blanca y en la que no para de sonar una canción que también retumba en las calles de Buenos Aires:
"Muchachos / Ahora nos volvimos a ilusionar / Quiero ganar la tercera / Quiero ser campeón mundial / Y al Diego / Desde el cielo lo podemos ver / con don Diego y con la Tota / Alentándolo a Lionel".