Redacción deportes, 19 dic (EFE).- Bélgica puso fin a su participación en el Mundial de Catar con la sensación de cerrar un ciclo, algo que se escenificó con la salida del banquillo del entrenador español Roberto Martínez.
La no clasificación para los octavos de final se consideró como un varapalo de grandes dimensiones pero la realidad es que, con perspectiva, esa imagen se difuminó viendo el rendimiento que ofrecieron a la postre Croacia y Marruecos.
Seguramente eso no haya sido suficiente para los desconsolados aficionados belgas, que afrontaron la cinta con grandes expectativas que se cimentaron con el triunfo ante Canadá en el siempre complicado arranque (1-0).
Lo que sucedió después no fue tan gratificante. La derrota por 0-2 contra Marruecos, a la postre cuarta, hizo saltar las alarmas e incluso se habló de escenas de tensión entre los internacionales.
El posterior empate a cero contra Croacia, tercera clasificada, en un duelo donde la falta de acierto de Lukaku de cara a puerta castigó a los suyos, fue el punto y final. Difícil saber qué hubiera acontecido, y si lo que ha sido un fracaso hubiera tornado en éxito, en el caso de que el delantero hubiera marcado alguna de las que tuvo. EFE
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